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jueves, 6 de noviembre de 2014

'El grito': Autor y pintura (relación - análisis).

     “… de repente el cielo se tiñó de rojo sangre, me detuve (…) mis amigos continuaron y yo me quedé quieto, temblando de ansiedad, sentí un grito infinito que atravesaba la naturaleza.”

Edvard Munch y su obra ‘El grito’ (1893), muestran de forma concreta la idea principal de éste movimiento artístico, representando el fuerte desaliento del hombre moderno a partir del fin del siglo XIX  e inicios del siglo XX, con varios antecedentes adoptados de Vincent Van Gogh, en cuanto a técnicas artísticas se refiere. Pintó ‘El Grito’ en París, sin duda una de las cunas del pensamiento contemporáneo y de las sublevaciones sociales. En la pintura se puede analizar una doble postura frente al significado: por un lado, el autor pretendía plasmar una realidad personal, inevitable; y por el otro, identificar y concretar una crítica a la realidad socio-política que se veía en la época, gracias a las desigualdades económicas y demás de la Revolución Industrial.  Ésta última fue un hecho histórico que marca un antes y un después no solo en la historia del pensamiento social y político, sino además, como fundamento en la forma organizacional de las sociedades a través de la historia.

     “Lo que está arruinando el arte moderno es el comercio, al exigir que los cuadros se vean bien una vez que se los cuelga en la pared. No se pinta por el deseo de pintar o con la intención de pintar una historia. Yo que fui a París hace siete años lleno de curiosidad (…) estaba dispuesto a dejarme llevar por el entusiasmo, lo que sentí fue sólo repugnancia.”    
Edvard Munch refiriéndose a la realidad francesa de la época.




     Se dice que el lugar en el que se desarrolló la pintura, era un mirador donde se inspiraban muchos artistas viendo el paisaje de  Kristiania, Oslo. Un lugar de numerosos suicidios donde incluso uno de los amigos de Munch, se quitó la vida; también se podía observar un manicomio.
La temática de este estilo no le da relevancia a la sensación de los colores o a la armonía de sus mezclas, sino al planteamiento de conflictos íntimos (soledad, dolor, tristeza y amargura) que poseen un significado angustioso y desgarrador.

     Munch después de pasar esa tarde misteriosa, sintió la necesidad de plasmar un grito. Un grito que no sólo debía expresar palabras ni ser escuchado, sino que para él el grito venía de todo lo que lo rodeaba.
En su esmero por originar dicho grito que atravesaba la naturaleza y que el autor pudo percibir, las circunstancias se dieron y así consiguió motivarse en crear una obra de arte. Aquel melancólico atardecer, y todos los problemas producidos a lo largo de su vida, daban vueltas en su mente, lo perturbaban, de tal manera que todo contribuía  a que aquel grito mudo se estructurara encerrado en el lienzo.

     Varias de sus  obras nos reflejan su angustiosa vida marcada desde la niñez. Perdió y vio morir a su madre cuando era un niño aún, su hermana sufría de un trastorno bipolar y fue internada. Murió cuando Munch tenía 15 años. Adicionalmente, la convivencia con su padre fue muy compleja y suscitaba una barrera de mala comunicación.
De  los diversos problemas y cuestiones familiares, sin olvidar los propios, nació su personalidad conflictiva y  desequilibrada, la cual hizo que él mismo se internara en un hospital mental. Sin embargo consideraba que dicho trastorno era gracias a su genio.
Sus obras  se enfocaban sobretodo en angustias y temas existenciales, que de cierta manera, le ayudaba a liberarse y relajarse de su carga cotidiana, y ‘El grito’ es un claro y absoluto ejemplo de aquella liberación. Esos  sentimientos y tragedias humanas se resumieron en una serie de pinturas que llamó ‘El friso de la vida’, donde pueden observarse tres temas principales: el amor, la angustia y la muerte.

     Es importante señalar que luego de un análisis de libros personales del artista y estudiar diversos impactos topográficos de la época, se  llegó a la conclusión que el cielo rojizo del lienzo, se debe a las erupciones del volcán Krakatoa, en Indonesia, producidas en 1883. Los gases expulsados por el volcán llenaron la atmósfera de Noruega desde noviembre de 1883 hasta febrero del año siguiente.
Hasta ahora se había creado una idea errónea  de que la única fuente de inspiración para ese cuadro tan inquietante había sido la muerte de sus familiares, sin embargo, las erupciones del volcán, inspiraron el contenido dramático de su más famosa obra.


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